miércoles, agosto 25, 2010

SALT


Evelyn Salt: te amo; amo la manera que tienes de andar por el mundo; amo tu decisión, tu entrega, tu capacidad para enfrentarte a retos impensables en un ciudadano común; amo tu ropa de ejecutiva armada, tu vestidos de viuda armada, tu gabardina y tu gorro de porteador armado; sin ti el mundo sería otro, un lugar inhabitable en el que sólo quedaría en pie la locura de los políticos y el bunker de la Casa Blanca; tú consigues, amada mía, que la vida transcurra con normalidad, sin que lo sepamos, y lo haces a tiro limpio, exenta de planteamientos éticos o morales, como corresponde a una espía entrenada tanto para un interrogatorio como para aplastarle los huevos a cualquier agente de la Inteligencia rusa; amo tu soltura, tu belleza, tu arrojo inigualable, los tintes de tu pelo, tu sonrisa de no haber roto un plato, tu mirada capaz de romper todos los corazones, tus manos, que nunca vemos sucias aunque varias veces las tengas ensangrentadas por culpa de tu oficio, la fuerza que te lleva a realizar saltos dignos de una atleta olímpica o enrevesados juegos de pies cuando te dispones a patearle las entrañas a un agente tan secreto como tú; amo la rapidez de tus acciones, la perfección de tus estrategias, el escrupuloso control de los tiempos para conseguir llevar a cabo el éxito de tus objetivos, y, por encima de todo ello, amo tu altruísmo, tu convicción de que vale la pena salvar este mundo de mierda en el que aun es posible hacer una vida normal, mientras los exclusivos maletines con los fatídicos botones nucleares van y vienen de un lado a otro, de unas manos a otras, como la espada de Damocles sobre la cabeza de la humanidad.

Felipeángel (c)

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