lunes, septiembre 17, 2012

PESPUNTES: "DE DIARIOS Y CUCHILLOS"

Ayer domingo, el diario EL MUNDO, a falta de pistolas, surtió al pueblo de cuchillos. Cuando quise acercarme al kiosco de las armas y las letras a por el mío, ya era demasiado tarde porque el suministro se había agotado; de modo que no pude comprobar si en la hoja estaba grabada alguna cita, que ya sabemos que Pedro J. Ramírez es un entusiasta de la Revolución Francesa y de sus consecuencias; parece una tontería pero no es lo mismo trinchar un pollo con un cuchillo cerámico de alta gama sin una simple leyenda que con las palabras de Robespierre, pongamos por caso, diciéndole  a los jacobinos aquello de que "el secreto de la libertad radica en educar a las personas mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos ignorantes".
El diario EL MUNDO procura, día a día, no mantener en la ignorancia a sus lectores, pero, por si las moscas, los arma con una herramienta de cocina a precio de mercadillo. Hoy miles de ellos cortarán en rodajas las merluzas, filetearán las contras de ternera, se bañarán con el jugo de los tomates o serán el espejo donde se miren las hojas de las  lechugas, pero mañana puede que los empuñen unas turbas famélicas, un pueblo encabronado o  unos idealistas hartos de editoriales y de artículos de opinión.
Uno mira los cuchillos de las paradas del autobús y ve brillos lorquianos, la mirada fúnebre del descuartizador de Boston, o al anónimo individuo que un día forma parte de la página de sucesos porque le ha hecho cien ojales a la novia mientras le decía te quiero. Uno mira sus hojas afiladas y sabe que a cada cerdo le llegará su Chamartín y a cada traidor su Arapiles; que un día se asaltarán supermercados, pero otro día cualquiera terminarán por asaltarse los quioscos en busca de más artillería periodística a precio de saldo. Todo es posible, porque se puede renunciar a los principios, a la ideología y a la propia estima, pero no al coche, ni al Facebook  ni al teléfono móvil  por mucho que nos acose el cuchillo de la crisis y sus consecuencias.

Felipeángel (c)

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