jueves, octubre 04, 2012

CARTELERA: "SALVAJES"


Ir a los cines Yelmo del Centro Comercial Plenilunio suele ser gozoso; han subido el precio de la entrada por culpa del incremento del IVA -de 8 euros a 8´95-; a veces, en la segunda sesión, puedes encontrarte un nido de palomitas detrás de la fila de asientos, o un chicle pegado en el respaldo de la butaca, pero esto es algo que termina uno viendo en todos los cines madrileños de cuando en cuando; sin embargo, en estos cines Yelmo el sonido es bueno y la proyección, excelente.
En la sala 1, una gran sala de estreno con una pantalla enorme, vimos el domingo pasado "Salvajes", la última película de Oliver Stone. Salvajes son las interpretaciones de todos y cada uno de los actores, de puro buenas; salvajes son las imágenes, a veces de un efectismo casi goré, y en otras ocasiones, delicadamente sensuales; salvaje es el guion, con escenas muy bien desarrolladas, diálogos brillantes, y juegos cinematográficos de alta escuela; "Salvajes", en fin, es un thriller que lo tiene todo: sexo, acción, suspense, buenas dosis de adrenalina y una historia densa y creíble; hasta la última escena no sabes cuál va a ser el verdadero final y cuando lo ves, te das cuenta de que  Blake Lively, Aaron Johnson, Taylor Kitsch, John Travolta, Benicio del Toro, Salma Hayek y compañía  han funcionado, en sus respectivos papeles, a la perfección, como el mecanismo de un reloj que ni se rompe ni se atrasa. Hay en la película primeros planos deslumbrantes; la fotografía de Dan Mindel es magnífica; los malos dan miedo de verdad  -al contrario que los robaperas de "Mátalos suavemente", que daban pena-,  y los buenos...; no sé qué decir de los buenos, porque no tengo muy claro quiénes son.
Decían en  "Woyzeck", la película de Herzog basada en la obra de Georg Büchner, que  "cada hombre es un abismo; se siente vértigo al mirar en él", y este thriller, los personajes de este thriller son un buen ejemplo. 
Uno, que va de budista, aprovecha sus estudios de Botánica, y otro, que no tiene estudios, piltrafilla, ejerce de jardinero; el primero cultiva plantas y el segundo utiliza curiosos métodos para mantener limpios los jardines ajenos; aunque no lo parezca y siendo tan distintos, dentro de cada uno hay abismos inescrutables en los que podemos encontrar el suficiente arsenal bondadoso o la más negra y malvada casquería que nos podamos imaginar con solo ponerles a prueba. Oliver Stone, a su manera, nos dice que todos somos o podemos ser, en un momento de nuestras vidas, unos salvajes en cualquiera de sus acepciones, que las da, porque tenemos la suerte de que, en la película, citan hasta un libro, y este libro es, nada menos, que el Diccionario de la Lengua -imaginamos, claro está, que la inglesa-; nos propone que nos puede gustar el cultivo de las plantas, aunque sea el de la marihuana, o los negocios lucrativos, aunque se centren en el tráfico de drogas, pero que si nos tocan el porro, la mujer, la familia o la cartera, puede salir de nuestro interior, de nuestro abismo, alguien que aun no conocíamos, un salvaje dispuesto a matar todo lo que se menea, o un salvaje dispuesto a vivir en cualquier lugar perdido y remoto de la aldea global, sin el más mínimo remordimiento de conciencia.

Felipeángel (c)

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